El sonido del miedo: Los que ruidos moldearon Halloween

Cuando pensamos en Halloween, solemos imaginar calabazas, disfraces, dulces y películas de terror. Pero hay un detalle que pocos mencionan: sin sonido, Halloween no daría miedo. El ruido, las melodías agudas, los susurros o los pasos en la oscuridad son más antiguos que los disfraces y tienen un papel clave en cómo sentimos el miedo. Lo curioso es que esta relación entre sonido y terror nació mucho antes del cine o las casas del susto, y tiene raíces científicas y ancestrales.

El miedo tiene frecuencia: el misterio de los sonidos “infrasonicos”

Una de las curiosidades más fascinantes de Halloween tiene que ver con un tipo de sonido que no podemos oír, pero que nuestro cuerpo sí percibe: los infrasonidos. Estos son ondas sonoras de baja frecuencia, por debajo de los 20 Hz, que pueden generar sensaciones físicas de ansiedad, incomodidad o terror, incluso sin que la persona sepa por qué.

Estudios han demostrado que los infrasonidos, presentes en tormentas, terremotos o rugidos animales, alteran la presión del oído interno y provocan respuestas biológicas asociadas al miedo, como sudoración, aumento del ritmo cardíaco o escalofríos.

Lo más sorprendente es que muchos efectos de sonido usados en películas de terror y casas embrujadas se diseñan para incluir estas frecuencias imperceptibles. Es decir, Halloween no solo entra por los ojos, sino también por los oídos.

Rituales antiguos y el poder del sonido

Antes de que existiera la palabra “Halloween”, los pueblos antiguos ya usaban el sonido como protección contra los espíritus. Durante Samhain, la celebración celta que marcaba el final del verano, se creía que el velo entre los vivos y los muertos se volvía delgado, permitiendo a los espíritus vagar por la tierra. Para espantarlos, las personas hacían ruido con campanas, tambores o huesos, creyendo que los sonidos fuertes ahuyentaban las energías oscuras.

Este uso ritual del sonido para “limpiar” el ambiente espiritual sigue vivo en varias culturas del mundo: en Asia, se tocan gongs o cuencos metálicos durante los festivales de los muertos; en México, los altares del Día de Muertos suelen incluir música alegre para guiar a las almas.

Así que, aunque ahora Halloween esté lleno de gritos grabados y efectos especiales, la idea original era exactamente la misma: usar el sonido para mantener el miedo bajo control.

Cuando el cine de terror descubrió el poder del silencio

En el siglo XX, con el auge del cine, el miedo se volvió visual, pero el sonido siguió siendo el verdadero protagonista. Películas clásicas como Psycho (1960) o The Exorcist (1973) se volvieron legendarias no solo por lo que mostraban, sino por lo que hacían oír: violines chirriantes, respiraciones, latidos y susurros.

De hecho, muchos compositores descubrieron que el silencio es el sonido más aterrador. La ausencia de ruido prepara el cerebro para un susto inminente, elevando los niveles de adrenalina. Por eso, en las noches de Halloween, el momento en que todo queda en silencio suele ser justo antes de que algo te asuste.

El lado científico del miedo auditivo

Los científicos explican que el sistema límbico, encargado de las emociones, reacciona más rápido al sonido que a la vista. Es decir, nuestro cuerpo siente miedo antes de que sepamos qué lo causa. Por eso un crujido en la oscuridad, un golpe inesperado o una voz susurrante pueden paralizarnos incluso sin ver nada.

Esta reacción automática fue una ventaja evolutiva: nuestros antepasados sobrevivían al detectar sonidos peligrosos, como depredadores o enemigos. Halloween, sin saberlo, juega con ese instinto ancestral cada vez que escuchamos un grito o un trueno artificial.

El efecto de casa embrujada

Algunas atracciones modernas de Halloween han llevado esta idea a otro nivel. Empresas de entretenimiento usan ingeniería acústica para crear experiencias inmersivas. En los pasillos de una casa del susto, los sonidos se colocan de forma estratégica: crujidos detrás del visitante, pasos al costado o respiraciones cercanas. Aunque nada se mueva realmente, el cerebro completa el terror con la imaginación.

Este fenómeno, conocido como efecto de presencia auditiva, demuestra que el miedo no necesita monstruos visibles, solo un buen diseño sonoro.

En conclusión

Más allá de los disfraces o las películas, Halloween es una experiencia auditiva. Desde los tambores celtas que espantaban espíritus hasta los infrasonidos usados en los parques temáticos modernos, el miedo ha tenido siempre su propio lenguaje: el sonido.

Créditos: Atlantic Ambience | Pexels
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